miércoles, 23 de mayo de 2018

Los perros duros no bailan, de Arturo Pérez-Reverte

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Los perros duros no bailan es una vuela de tuerca a un texto que Reverte escribió hace unos cuantos años para su columna semanal y que creo, recogió también en su obra Perros e hijos de perra. Si eres lector habitual de estos artículos te sonará el que dedicó a dos perros asilvestrados que capturó la Guardia Civil después de darse un atracón de carne y sangre de oveja en una explotación ganadera.

Al autor le llamó la atención la foto o la imagen de los dos culpables y la actitud que tenían frente a la cámara, muy distinta en cada caso, pues se trababa de dos canes totalmente opuestos entre sí en el físico y en la actitud ante la situación que vivían en ese momento, a pesar de la capacidad de trabajo en equipo que habían demostrado.

Al llegar al final del cuento (novela breve) se entiende que la huella que dejaron en el autor los dos perros delincuentes le animara a escribir la historia completa con otros personajes perrunos. Así, Los perros duros no bailan es un homenaje a unos animales reales, en una obra fabulada donde los humanos son personajes secundarios y no quedamos en buen lugar.

La obra es una novela negra al fin y al cabo, de bajos fondos, buenos y malos, instintos y lealtad, con notas amargas y momentos dulces, personajes perrunos simpáticos y muchos guiños a los tópicos que vivimos cada día (perros juguetes, caprichos, robos, maltratos, etc.) que nos acercan a esos seres amigos con los que casi nunca estamos a la altura de las circunstancias.

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