Un buen libro nunca es demasiado grande. Un libro malo nunca es lo bastante pequeño. Digo ésto porque La loba de Al-Andalus tiene más de 900 páginas, letra pequeña y pesa más de medio kilo. Si eres de esos lectores pusilánimes en los que el tamaño o el peso de un libro te sirve para decidir o no su lectura, no sigas leyendo esta crítica; este libro no es para tí. Si, por el contrario, compartes esta idea que he expuesto antes y te gusta la novela histórica, en La loba de Al-Andalus te sentirás como pez en el agua.
Por otro lado, la obra coloca a los personajes, tanto a los reales, como a los ficticios, en su sitio y permite su evolución a través de las páginas de la Historia (y de la historia) sin que los lectores sepamos bien cuáles son reales y cuáles creados por el autor. El final de Abu Amir o Maricasca, por ejemplo, son dos buenos ejemplos.
La novela arroja un evidente paralelismo entre la sociedad del Sharq Al Andalus del medievo con la del bienestar actual ante la llegada de un peligro externo como son los fundamentalismos. En la obra los Almohades son los talibanes modernos, pero cada lector podrá extraer sus propias conclusiones ante lo que ocurrió entonces y lo que está ocurriendo ahora.
No os voy a engañar, La loba de Al andalus es un libro caro y no es demasiado cómodo para leer en el metro, doy fe de ello. Sin embargo, si os gusta aprender de Historia y disfrutar con ello, o simplemente, saborear una buena historia antigua bien contada, os lo recomiendo de todo corazón.
