Lo que más me llamó la atención de esta novela fue la sensación de estar viendo una película de Robert Rodríguez o Quentin Tarantino. De hecho, es un libro que recomiendo a los poco lectores precisamente por eso, porque es una obra de lectura fácil -si bien es de digestión difícil- ¿A qué me refiero con esto último? A que "El poder del perro" es una historia dura, con momentos de mucha violencia (ya desde el principio). Aquellos que se sumerjan habitualmente en las páginas que leen pueden verse salpicados de sangre, pues esta obra es todo un narcocorrido mexicano, un western de frontera basado en unos hechos reales y salpimentados de espías, catástrofes naturales, creencias religiosas, ateísmo y droga, mucha droga.
Pero también hay que decir que posee una narración ágil en una trama vertiginosa que entrecruza las vidas de los personajes hasta irlos acercando unos a otros mientras deja las de otros personajes secundarios por el camino, como cadáveres en una travesía a través del desierto, y nunca mejor dicho, creedme.

El autor ha explicado que precisó seis años para escribir la historia de esos 30 años en la vida de los personajes, y no me extraña, si valoramos el extenso trabajo de documentación que lleva consigo, con eventos en varios países de América Latina, incluyendo México, El Salvador y Honduras y en varias localizaciones de Estados Unidos como Nueva York o San Diego.
Sin embargo, el libro tiene un 'pero' en su traducción o edición final. Los mexicanos utilizan muchísimo expresiones derivadas de 'pinche', correcto, pero su lenguaje, el español, es mucho más rico que el inglés original. Digo esto porque todos los derivados del 'fuck' de la obra original (y son muchos a lo largo de la novela) acaban en 'pinche' y derivados en la edición española, con lo que muchos diálogos resultan pesados y menos creíbles. De hecho, incluso cuando hablan los irlandeses, los 'fuck' acaban en 'pinche', un error a mi entender grave y que le resta algo de sabor a la edición española.
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