La novela tiene un punto de crítica a la sociedad de entonces, donde la mujer pintaba poco o muy poco y la única alternativa para ellas al matrimonio era la vida monacal.
Las luchas de poder, traiciones, pactos, las amistades y enemistades tienen fronteras muy difusas, lo que queda muy bien reflejado en la novela. De hecho, el apodo de La Temeraria procede de esas habilidades de una reina que retan a la sociedad a que no la considera como tal. No la aceptan ni los reyes, ni los nobles ni los eclesiásticos, incluyendo en esta lista a su segundo marido y a su hijo Alfonso (hijo del primer marido), entre otros.
La Temeraria se lee muy bien porque está bien documentada y escrita, porque es una biografía poco explorada o conocida y porque se trata de una época muy convulsa, en el que el juego del poder no se detiene nunca.
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