No es tampoco una obra de o para montañeros. Morris no es más que un periodista destacado en el lugar de los hechos que se adapta a las circunstancias, por lo que no puede acercarse a la acción y contarla de primera mano. De ahí que La coronación del Everest sea más la narración de una parte de la aventura, que una crónica de la ascensión.
La obra es breve y entretenida y recuerda mucho a otros libros de viajes y aventuras en esa época en la que todavía quedaban lugares en la tierra donde el hombre no había puesto el pie: "...aquel primer ascenso de 1953 sigue siendo aún, en mi opinión, una de las más honorables e inocentes de todas las grandes aventuras, que no ha desmerecido con el transcurso de los años", según señala Trefan Morris en el epílogo del libro.
El relato quizás se quede un poco corto como lectura única, pero es complementario con Mi camino al Everest y ayuda a comprender la magnitud de los hechos más allá de la llegada a la cumbre. Es un texto de sabor añejo sobre una época donde las aventuras eran reales y los aventureros tenían por costumbre no traicionar sus valores por las metas individuales.
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