La última aventura de los irreductibles galos les lleva a Lusitania y eleva el nivel de El lirio blanco de nuevo al que marcó Astérix tras las huellas del grifo. Es muy complicado no encontrar paralelismos con alguno de los títulos más clásicos, pero Fabcaro ha conseguido una historia original, larga y entretenida.
Los irreductibles se dejan llevar por la saudade con muchos guiños a la gastronomía y a algunos tópicos sobre los portugueses, y la traducción aporta, como siempre había hecho, su grano de arena, aunque unos versos de una canción de El Consorcio no parecen muy folclore galo.
Aparece Julio César, pero no recuerda a los protagonistas lo que a estas alturas de los cómics parece un tanto forzado. Por lo demás, los personajes están bien construidos y resultan simpáticos, aunque de nuevo uno de ellos recuerde a otro de La cizaña.
En líneas generales, Astérix en Lusitania aguanta el tipo. No está a la altura de los clásicos, pero merece la pena continuar la colección con él, aunque cuesta creer que puedan exprimir las aventuras de los galos mucho más sin repetirse o perder frescura. Al menos, Fabcaro parece haber entendido que la colección (las nuevas historias) no debe centrarse en los jóvenes, sino en los lectores de más edad y dejarse de guiños a personajes o situaciones modernas.

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