Esta es la primera vez que hacemos una reseña doble. El motivo es que hemos leído los dos libros de Blas Alascio seguidos porque entendemos que son un todo. La biografía de Alarico, el rey de los godos se presenta en dos libros, pero no se entienden el uno sin el otro.
Las novelas desarrollan la biografía de Alarico, un rey godo romanizado desde su juventud y que sufre la dualidad de ser un bárbaro dentro de un romano. Su gran sueño es devolver a Roma el esplendor pasado que las luchas intestinas y la dependencia de los guerreros bárbaros, como él mismo, para defender sus fronteras, ha ido perdiendo.Además, la religión cristiana en su peor versión entra en política para acabar con los paganos y los primeros disidentes (arrianos) a través del control de los emperadores de Oriente y Occidente.
Las novelas de Alascio desarrollan una de las últimas fases del imperio romano, en la que viven varios emperadores de corto reinado y se producen varias guerras.
Sin embargo, la parte más interesante de las obras es la novela negra, entendiendo como novela negra la parte política de la historia (la autodestrucción de Roma: traiciones, asesinatos, confabulaciones, etc.) frente a la que podría ser la parte bélica, con batallas como la de Adrianópolis.
Así, tanto en El rey de los godos, como en La agonía del imperio, lo que vas a encontrar es más una narración sobre política que sobre guerra. Alascio desarrolla más la parte del extremismo cristiano en cuanto que supone la caída de la cultura pagana de Grecia y Roma, así como todos esos movimientos de índole política que van minando la confianza en Roma y en su futuro. Y cuenta, pero sin extenderse, las batallas que tuvieron lugar en esos años y que culminan con el primer saqueo de Roma.
Tanto la parte histórica como la novelada están bien construidos y la prosa de Alascio es ágil y entretenida. Esto, unido a unos años de mucha actividad geopolítica en el imperio romano hacen de las dos obras, interesantes novelas para entender la caída del imperio desde los ojos de un bárbaro que creía en y quería más, a la Roma clásica que los propios romanos.