Por lo tanto, hay en Línea de fuego quienes combaten con idealismo y otros, con fatalismo. La bravura se reparte por igual y hay muchas deudas de sangre entre unos y otros. Sin embargo, en este campo de batalla hay respeto y honor, valentía y cobardía, y hasta tiempo para las bromas.
La obra es adictiva porque pasas de unos personajes a otros y nunca decae la acción. Siempre te sientes afín al combatiente y compartes sus miedos y dudas sin preocuparte de que ya has conocido a otros personajes que están en frente; sin pensar de cuál es el color de su camisa.
En cierto modo, Línea de fuego es una novela para congraciarte con la guerra civil porque no ves colores, sino personas. Y las ves caer, pero nunca a manos de otro personaje aunque sepas que está allí. En ese sentido, Línea de fuego es una novela hecha con mucho respeto para que podamos homenajear la memoria de los que allí lucharon y murieron. Una gran novela, necesaria para cerrar heridas.